—¿Por dónde prefiere que agarre, doña?
—Ay, no sé qué decirte… Confío en que no me vas a andar paseando por la ciudad.
—No, no, eso no se hace. Es de taxista viejo y chantún.
—Si habrá pasado, ¿no?
—Y sí.
—Siempre le digo a mi nieta que se fije antes, ella es jovencita y anda como tonta con el teléfono y yo le digo siempre que se fije, que la van a pasear, que le diga al taxista por dónde tiene que ir, que le avise a alguna amiga y que la esperen afuera.
—Pero usté no se fijó.
—No, mija, yo ya conozco, viví acá muchos años. No te puedo decir por dónde porque no sé cómo estarán las calles ahora, qué están arreglando…
—Sí, están haciendo baches y tapándolos por todos lados.
—…pero me voy a dar cuenta en seguida si me estás llevando por algún lado que no es. Además no veo bien la pantalla del celular. Para ver el mapa lo tengo que poner muy grande y ya no veo a dónde quiero llegar y así…
—No se preocupe, vamos a doblar en la próxima porque hay un concierto en River más tarde y va a ser un quilombo, todas las calles cortadas, todos en doble fila.
—Sí, toca Luis Miguel. Vamos por dónde quieras.
—Yo quería llevar a mi mamá, a ella le encanta. ¿Y usté por qué sabía del concierto?
—Tengo una entrada en la cartera. Bueno, tengo dos en realidad. Mirá, ¿las querés para llevar a tu mamá?
—¿Está loca, señora? ¡Vaya usté! Si quiere la busco más tarde para llevarla, está medio justa de tiempo y va lejos. Le dejo esta tarjetita con mi teléfono.
—Gracias, mamita, te agradezco. Voy de camino a un velorio. Se me fue mi amiga, la de toda la vida.
—Ay, doñita, qué pena me da. Si no estuviera manejando le daría un abrazo, mire.
—Con ella íbamos a ir al concierto…
—No me diga.
—…pero la muy ansiosa se fue a verlo ayer al hotel, jugando la carta de estoy vieja, me estoy por morir. La muy tonta pensó que alguien le iba a tener algo de lástima y la iban a dejar pasar a saludarlo.
—¿Y qué pasó? ¿Lo vio?
—Me mandó unos audios de camino al hotel, ¿podés creer? Me contó que se llevó el bastón del marido muerto para dar más pena todavía. Y se moría de risa la desgraciada.
—Qué lindo tener ese mensaje de ella contenta, ¿no?
—Mirá, no sé. ¡Tengo un enojo ahora! ¡Cómo se me va a morir…!
—¿Pero llegó o no?
—Llegó en taxi, se bajó toda encorvada así, soy viejita, soy viejita. Justo que está llegando lo ve pasar de lejos, el tipo volvía de comer y se cruzaron las miradas. Bah, eso dice. Ella lo saludó de lejos, le tiró besos, la muy atorranta… ¡Somos gente grande nosotras!
—Me muero, verlo tan de cerca ¡Mi vieja se cae de culo!
—Sí, lo mismo hizo Lidia. Como vio que el tipo seguía de largo, hizo que se caía y se cayó. Se golpeó de verdad queriendo hacerlo en broma. Y claro, una vieja desparramada en el piso hace que la gente mire… Vamos bien, ¿no? ¿No me estás paseando, cierto?
—No, no, vamos bien. Acá puede ver el gps, ¿lo ve?
—No, querida, en realidad no lo veo.
—Y la amiga se tiró nomás…
—Se tiró y lo llamaba a los gritos a LuisMi, desde la vereda del hotel. Todo esto me lo contó después a las carcajadas limpias. Los de seguridad le avisaron que una abuela lo llamaba. ¡¿Y podés creer que se le acercó Luis Miguel?!
—¡Nooo…!
—Se acercó el mismísimo señor Luis Miguel, la ayudó a levantarse y la acompañaron adentro hasta que viniera una ambulancia. Ella se quedó ahí quietita, dejándose hacer. Una vieja calentona apoyándose en un muchacho joven…
—¡No le puedo creer!
—Bueno, joven para nosotras. Y sí, así pasó. ¿Y sabés qué es lo peor? Llegó la ambulancia, fue al hospital, le miraron la cadera, no tenía nada más que unos moretones por la mala circulación. Pero le encontraron un coágulo en la cabeza que tenían que sacarle. Ahí mismo la meten de urgencia al quirófano. Ella se reía, que qué exagerados los médicos decía, que más les vale que terminen pronto que mañana tenía el concierto. Y le hizo un efecto raro la anestesia y entró en paro cuando ya había terminado la cirugía, que había salido bien, decía el parte médico. Y no salió del hospital. Y ahora no sé qué hacer… Ya falta poco para llegar. Es ahí en la casa que tiene las dos macetas grandes en la puerta. Mirá de tristes que están los helechos, pobrecitos, como si supieran. Nena, tomá las entradas, en serio, yo no voy a ir, aunque me lleves gratis, no quiero ir sin ella. Disfrutalas con tu mami. Tienen para sentarse y están cerca de los baños. Y acá lo del viaje, no, sí, sí, recibime también, si vos estás trabajando, no, por favor, gracias a vos. No, estoy bien, puedo bajar solita por ahora, muchas gracias. Chau, querida, chau. Andá, no, de nada, andá nomás. Chau, mamita, chaucito.
Si querés conocer más de Elena y Lidia, te invito a que leas desde el libro o que pases por acá Al medio, casi al fondo