Aunque no sea diaria, es permanente

Categories Relatos Inéditos, Sin categoría, Sin editar

Es domingo al mediodía. Camino por la calle 133, paso por las galerías 23, 23, 15 y 17.
Me cruzo de frente con un grupo de 5 personas que hablan fluido, pero sin reírse. Escucho a una que dice: Yo no puedo dormir.
Yo pensé en tu muerte y en que tampoco pude dormir bien los primeros días. Tenía que pensar mucho. Entender cómo era cuando vivías y qué pasó en el mundo en el momento que dejaste de estar acá.

Seguí mi instinto y la ubicación del gps que me pasó Cha. Pero no te encontraba. Los carteles son confusos y mi cabeza poco precisa. Le pregunté a dos mujeres que pasaron, pero tampoco sabían bien dónde ir. Una me dijo No soy de esta zona, yo ando por allá y me señaló un espacio más verde, con árboles. Se acercó un hombre joven y me ofreció su ayuda. Yo trabajo acá, me dice excusándose. Amablemente me indicó dónde, también me mostró la canilla por si quería agua para tus flores. Es linda la amabilidad y melancolía que reina en el cementerio. Todos con la mirada baja y la sonrisa apenas asomada sin mostrar los dientes. 

Te vine a visitar hoy. No sé si estás acá, pero me gusta venir. Como a otras de mis amigas, que siguen vivas, no es que las piense a diario o les charlo todos los días, pero cuando nos vemos disfruto su presencia en mi vida.
Aunque no es diaria, es permanente. 

No es algo personal, soy así. Y con vos me pasa igual, amiga. Vengo a verte y te lloro, me río con vos, de vos, de mi, fumamos juntas. Pienso en tu pelo espeso, en tu sonrisa brillante, en el moncho, en tus pinturas luminosas.

Te traigo flores, con las que voy a armar una secuencia de colores sobre el acolchadito de plantas que te cubre la sepultura. Va a quedar como una corona de flores que te pondrías vos tranquilamente.

Cualquier visita que te haga me parece poco tiempo.

Me hace bien venir a alegrarme de forma conciente por que estuviste en mi vida. No me gusta ser repetitiva, pero quiero que quede claro. Mi vida es mejor por que vos estuviste en ella. Porque fuimos amigas. Porque te acompañé, porque nos cuidamos, porque nos reímos todo lo posible.

Acaba de pasar un cura. Pensé en nosotras, que no creemos en nada, pero acá estamos. De lejos pareciera que estoy rezando seguro.

La que cree en las señales es tu mamá. Por algo hay una libélula tallada en el mármol de tu lápida y otra tatuada en su pecho. 

En cuanto llegué se posó sobre tu pastito una mariposa. Y pensé, no todo puede ser una señal. Es una mariposa “normal”, naranja con puntos negros.

Después, cuando ya había separado cada una de las flores de sus tallo y estaba armando la corona se posó una abeja sobre las flores que tiene tu acolchadito. 

Levanto la vista ahora y hay una mariposa y una abeja revoloteando la planta que respalda tu lápida

Después de escribir sobre tu presencia en mi vida y llorar de alegría y de tristeza a la vez, levanté los ojos y una hermosa libélula con las alas azul brillante volaba sobre este verdecito que te cubre. Volaba hacia mi. Si quisiera ver una señal, me animo a decir que también me estaba mirando.

Yo no pude más que estallar en una carcajada. Lloraba, reía y trataba de escribir.

Tal vez este relato sea de los que salen así, sin editar, directo del papel.

Siempre me parece poco tiempo. Y aunque llegue tarde a ver a mi abu, esta vez me pude tomar el rato de escribirte y de hablarte, amiga. Gracias por escucharme siempre.
Incluso cuando parece que ya no estás.

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